No recuerdo en que fase del semáforo Covid estábamos, con tanto baile no sé ni en la que estamos hoy, pero creo que sólo podíamos acceder a la terraza, donde tiene bastante espacio (y más que podría tener, en esa tremenda plaza). Por lo que pude ver, disponía dentro de un coqueto comedor. Me chocó que no hubiera nadie cuando llegamos, y no fué a primera hora. pero se fué llenando bastante rápido, que suele ser señal de que ahí se come bien. Suele, porque me he encontrado algunos donde no se cumple la norma.
No es el caso de éste sitio, siempre según mi entender. Aquí empezaron a llegarnos unos manjares a cual mejor, desde una estupenda sopa ramen, a todo lo que vino después, y que me costó identificar para hacer la foto de este comentario, a la hora de casar el nombre del plato con la factura. Espero haber acertado al poner el nombre correcto a cada plato, aunque eso carece de importancia. Lo principal es que estaba todo exquisito, resaltando el plato que más nos gustó. O mejor "nos gustaron" porque hay ahí dos que es díficil elegir cual de ellos. El Katshu sando, una especie de sandwich, y esas brochetitas que se deshacían en la boca. ¡Que cosa más rica!. Platos con una muy buena presentación, y un sabor que acompañaba a ésta. Nos encantó esta degustación, que acompañamos con unas cervezas. Y la cuenta fué de unos 68 euros. Como decía al principio, ahí no se va a hartarse, a no ser que tenga el bolsillo desahogado, sino a darle gusto al paladar. Y ahí cumple muy bien este sitio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario