

La puerta de acceso a la azotea-terraza del restaurante estaba cerrada, supongo que para no tener que controlar por dos entradas diferentes, así que tuvimos que acceder por la entrada principal. El restaurante dispone de dos niveles: en la parte baja nos acoge una pequeña barra y un par de mesas, aunque en una estancia contigua había otra barra más grande, con bastante gente echándose unos vinos. En la planta superior está el que sería el comedor principal, más grande y con bastantes mesas. Para mi gusto, un poco apretado, y, en ésa hora en que ya se congregaba bastante gente, era un poco
agobiante. La terraza cubierta perecía haber sido construida ex profeso en su momento como zona de fumadores. Ahí no había nadie todavía, y como el acceso desde el exterior estaba cerrado, para llegar a ella había que pasar, desde el comedor principal, a través de la cocina, y de un pequeño pasillo donde había unos estantes con útiles y productos de cocinar. Buena cosa ésta de que un restaurante no tenga problema en mostrar sus entrañas. Está diciendo "no hay nada que esconder". Se estaba muy a gusto y tranquilo, y ahí nos sentamos, aunque pensamos "a ver si, por estar aquí fuera, solos, y con el jaleo que tienen dentro, se van a olvidar de nosotros y vamos a estar aquí una eternidad". Ni mucho menos. El servicio fué muy rápido, tanto a la hora de coger el pedido, como al ir sirviendo los platos, con un trato muy amable y atento del personal que allí trabaja. Bastante personal, por cierto.
Su carta es amplia y variada, hay un poco de todo: Entrantes fríos y calientes, carnes, pescados, ensaladas, sopas, potajes, pastas, arroz... todo bien presentado en la puerta de entrada, como debe ser. Aquí pueden verla con detalle. Destaco desde ya que, además de que todo lo que comimos estaba muy bueno, nos sorprendió la presentación de los platos, la terminación, y la vajilla en la que venían. Ya por la vista nos tenían ganados. Y también resaltar que las medias raciones de algunos platos son bastante generosas, con lo que, para un buen picoteo, son suficientes. 
Esto fue lo que comimos: Media ración de Asadura, buena como hacía tiemo no probaba; otra media de Garbanzas, también muy ricas: Queso ahumado
asado, con mojos verde, rojo, salsa de arándanos y miel. Exquisito, y con una pinta que pueden ver en la foto; La ya clásica ensaladilla, casera y fresca; Un pulpito guisado con papas arrugadas, quizá el plato más flojo. Sin estar malo, le faltaba algo de sabor al pulpo. Y para acabar, un estupendo bistec de cerdo con papas fritas, que tuvieron el detalle de servir ya troceado, al ver que todo lo pedimos para picar y compartir. Muy buena comida, que rematamos con un fresco y rico trozo de tarta de limón, y unos helados. Para beber, nuestra cuartita de vino, y unos seis refrescos. Unos cafés, y a disfrutar de la tranquilidad un ratito más, ya con más gente en ése comedor. Nos encantó el sitio, y pagamos por todo poco más de 47 euros. De vuelta a casa, paramos una vez más en el mirador de Humboldt. ¡Que bien se está allí tomando algo en un día como ése, disfrutando de la espléndida panorámica!.


Teléfono: 922-332 194
FELICIDADES A CAYO Y SU PERSONAL POR EL BUEN HACER DE SU RESTAURANTE.
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